domingo, 26 de diciembre de 2010

Se nos escapó la vida...


No puedo creer lo que oigo, mi teléfono suena, y entre legañas veo: las 4:45 de la mañana no hay nada que hacer empieza todo, y ni me pregunto quien es, lo sé, y con la voz rota pregunto que cogones quiere, cuatro palabras y a continuación cuelga, viene a por mi, así que abro la ventana y dejo que el humo de esa noche se escape como alma que lleva el diablo...

La luna casi no está pero la poca que queda está sentada a los pies de mi cama curiosa por saber que es lo que voy a hacer, ya éramos dos los curiosos que no lo sabíamos, así que empiezo por lo principal y me pongo unos vaqueros y me calzo mis botas, esas viejas, llenas de manchas de barro cubiertas por las manchas de sangre de la pelea de aquella noche, y mientras que busco una camiseta suena la base en la que me quedé trabajando esa noche, una y otra vez sin parar, no había cortes y esta vez mi voz no se oía en la cinta...


Voy dejando huellas en la ceniza de mi inspiración que ahora estaba por los suelos, me senté justo enfrente del ventanal enorme que daba a la ciudad, y mientras que echaba un vistazo intentaba saber a donde me iba a dirigir, pero no conseguía centrarme y el tiempo cada vez apremiaba más...

De repente se ve como un coche hace presencia bruscamente por la ultima esquina de la calle, eran ella, venía a por mí con sed de venganza, así que sin más tiempo cogí mi arma me la puse entre el pantalón y los gallumbos y eché a correr como nunca, no me daba tiempo a bajar a la calle sin encontrármela por las escaleras, así que me dirigí lo más rápidamente posible escaleras arriba, sin tropezones, saltándome escalones, incluso se me quedaron cortos, desesperado y ya con la lengua fuera me asomé al alféizar, el coche se hallaba con la puerta abierta, por lo que estaba subiendo, tenía como mucho 4 minutos, lo que tardase en subir a la azotea...


Miré en busca de la luna, pero prefirió no asistir, la ropa oscura le sentaba mal y como salía humo de la chimenea de los edificios de los alrededores, calculé la distancia que había hasta uno de ellos, "llego" me dije para mis adentros, así que le dí una ultima calada al cigarrillo y enfilé la cornisa como si no hubiera mañana... en efecto, no lo hubo, ella me pilló...


Cuándo vi mi cuerpo tumbado ahí me dí cuenta de que ni la pelea del día anterior, ni la carrera agotadora que me había dado, ni el uso de armas, ni la caída me mataron, y le volví a dar una calada a la vida mientras inconsciente subía el humo por mi cara...

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