sábado, 26 de noviembre de 2011

Sin nadie que escuche, sin quien le importe lo que diga...



Un chico que lo único que tiene es la música que nunca le traiciona,
una mirada perdida en medio de una habitación,
suena tan triste, un alma encerrada dentro de un cuerpo...
Un iluso subido a un tejado alzando los brazos al cielo pensando así coger las estrellas...
Una voz quebrada ante ojos espectantes sin pestañear...
Una mínima parte de lo que eramos antes de todos los cambios, y una minúscula, casi microscópica oportunidad para cambiar de nuevo.
Una vida que no corresponde pero una vida al fin y al cabo y hay que vivirla por aquellos que ya no están o por los que no pueden.
Un adiós, seguido de un beso de despedida y una espalda lejana ya en el olvido, una melodía que no sale de la cabeza pero que se va apagando, unos años que terriblemente van pasando, y que tristemente añoramos.
Un te quiero que nunca se a dicho, un atardecer completamente naranja, con esos tonos azules y morados, unas miradas casi muertas, nervios y desaparición porque todo siga, aún sabiendo que no lo hará, ni mañana, ni al otro.
Una luz que se vuelve tenue, una habitación como cárcel, unos barrotes imaginarios, peor que unos de verdad y un nudo en el estómago, sueños al filo de despertar, fugaces instantes de paz, fugaces momentos de invulnerabilidad, segundos catastróficos...una linea recta.
Unas palabras que no dicen nada, y miradas que sobra decir como interpretarlas, junto a unos preciosos minutos,
la luna llena y algunas estrellas como testigos,
faltas de ortografía en una noche donde todo da igual,
una vida tan corta por delante que es una lastima tomársela en serio, es algo tan importante que carece de sentido,
nunca importó nadie y siempre fuiste tú,
simplemente aquí y ahora es el momento y no nos gusta pensar en la muerte intentando evadirnos de ellas como serpientes escurridizas, pero llegara y no hay segundas oportunidades para la vida...

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